sábado, 9 de abril de 2011

La Fanaticada

¿Acaso ser un buen fanático es la cura contra las pérdidas? Al menos conozco personas que lo piensan así, pero solo en el fútbol.

Un día lluvioso (para mi buena suerte) me invitaron a un concierto en campo abierto. No recuerdo de quién era el concierto. Lo único que recuerdo era que me estaba empapando y mis amigas y amigos estaban gritando y cantando como locos, pero empecemos desde el principio.

Era viernes 13 de Mayo, el año no lo recuerdo. Hasta el momento no le había dado el número de mi celular a nadie, pues siempre me ha dado pereza contestar las llamadas por teléfono (no se para que tengo un celular, supongo que lo compré solo para jugar). Justo ese día se me ocurrió dar el número del celular a una amiga mía. Faltaban 5 minutos para la hora de salida de ese dichoso curso de vacaciones útiles (¿por qué no se llamarán vacaciones inútiles?).

"Oye, te llamo y vamos, ¡va a ser genial!". Fue una experiencia llena de alegría, lo acepto. Lo que vino después, fue todo lo contrario.

-"Ven, tengo que decirte que me llevan fuera de Lima. Será difícil que vuelva algún día"- pobre, tenía la cara más pálida que nunca, parecía un zombie.
-¿Qué? ¿Por qué? - yo no entendía nada, era como si me hubiera tirado un baldazo de agua helada.
-No lo se. Fue algo repentino lo que aparentemente ha sucedido; mis padres dicen que tienen que ir urgentemente a Tumbes.
-¿Te han dicho que no volverás?
-Bueno...

Vino un amigo, con toda la euforia del concierto cantando como si hubiera tomado un par de copas de más en alguna fiesta sabatina. Interrumpió su respuesta.

Volví al día siguiente al curso, sin esperar la sorpresiva desaparición de mi amiga. ¿A dónde había ido? Sabía que me lo había dicho, pero no podía aceptarlo. Mi amiga se había ido y probablemente no volvería jamás a Lima, o, y si lo hiciera, nunca la vería de nuevo. Mi subconciente me dijo: "Espera, ¡le diste el número de tu celular!" Sí, lo había hecho. Buenos días, dijo la profesora del cursillo de verano. Me recosté en la carpeta y al rato hallé una agenda multicolor. Lo que no esperaba era encontrar el nombre de Jimena, mi amiga "desaparecida", escrito en él. Allí estaba mi número dibujado con graciosos garabatos de lapicero.

Apareció Rafa, el eufórico del día anterior. Tenía una sonrisa de oreja a oreja, él no sabía lo que había pasado con nuestra buena amiga. Lo saludé con un abrazo. No le conté nada, yo no sería la que tuviese que decirle "aquello". El se enteraría o en unas horas o en unos días. El ser un buen fanático hacia que no se diera cuenta de la pérdida, como si se hubiera enterado de lo ocurrido y lo hubiera superado de inmediato. Sin embargo, yo sabía que no se había enterado de nada. Años después, criticó mi decisión de no haberle contado al instante. Pero, ¿cómo quería que reaccionara si había perdido a mi mejor amiga? Tal vez lo seguiría siendo si se lo hubiera contado.

Pasó el tiempo. Crecimos, conocí gente nueva, hice nuevos amigos y amigas. Conservé viejas amistades. Nos reunimos hace un par de semanas y vimos el clásico Universitario - Alianza (hasta lo que se, sigue siendo un clásico). La U perdió 1-0. Todos pensamos que siendo buenos fanáticos (hinchas, en realidad)curaríamos la pérdida. Así fue. Pero jamás eso podrá pasar con una amistad. Un buen amigo es para siempre (aunque esté lejos y en el peor de los casos no puedas comunicarte con él. Jimena quedó para siempre, aquí en mi memoria, mi corazón y en mi blog).

NOTA: Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.