Algunas veces sucede que, un diálogo corto y rápido te marca, pero este no es el caso. Cuando en algún salón del colegio llega el intercambio de profesores es hora de jugar o conversar con uno o con otro. Un jueves preferí intercambiar un pequeño diálogo con una alumna, que después de todo, es sólo mi compañera de salón pues ni la conozco bien. Ella me llamaba y como estaba sin hacer absolutamente nada interesante (a menos que dibujar comics sea algo productivo), me dirigí a su carpeta a intercambiar unas cuantas palabras. Extrañamente su cara me parecía familiar y su expresión confiada como si me hubiera conocido de toda la vida. En ese momento pensé que ella, que por cierto se llamaba Martha, era la persona más extraña del mundo. ¿Cómo alguien en estos tiempos puede confiarle algo a alguien que ni siquiera conoce y a duras penas sabe su nombre? Parece que esta pregunta no la han reflexionado muchos pues diariamente aparecen en los titulares de los periódicos asesinatos porque le confiaron secretos de alguna fortuna o algo por el estilo, pero este no es el caso.
Simplemente alcancé a decirle un -Hola, ¿para que me llamas?- y ella solo atinó a sonreir. Su actitud ya me estaba hartando y me disponía a dirigirme a mi asiento a seguir haciendo dibujitos y garabatos en una hoja, pero ella me detuvo.
De repente, sus ojos se llenaron de lágrimas y me contó con pocos detalles acerca de los problemas que tenía un amigo suyo, pero los contaba como propios. De veras, la preocupación que mostraba por estos "dichosos" problemas demostraba que era una amistad muy cercana y sincera.
No entendía en absoluto. Me decía que sufría porque su padre estaba enfermo y sufría de una enfermedad a los huesos, aparentemente fibrodisplasia osificante progresiva, y que por ello no podía trabajar; y dijo que:
-Su madre se ha h
artado de él y ha buscado algo así como lo que hoy llamamos "amante". Su padre pensó que cambiaría, pero después de apenas un año; seguía igual y aún peor pues le pidió el divorcio y quedó demacrado.
-¿En serio?- le dije, recién comprendía su dolor. Me enteraba en pocos instantes que ella había perdido a su madre en el terremoto del 2007 y la familia de su amigo era como la suya propia.
-Sí, su madre si trabaja y no quiere brindarle ningún apoyo. Su padre y mi padre también, se siente realmente mal.
-No pensé la gravedad del caso. Para ser sincera no entendía, pero este es un verdadero dilema- y no le decía por decir, pues sus palabras me habían llegado al fondo de mi frontal (dicen que no se siente con el corazón sino con el frontal). Aunque he visto muchos amigos y compañeros míos que consideran sus problemas simplemente como un cuento y lo convierten en algo así como interesante e incluso lo vuelven a un cuento fantástico. Ellos y ellas, los de los "problemas graves en la familia o amigos", se van a un rincón o un sitio vacío del salón para contar sus problemas (a veces con indiferencia). Otros son felices y estan "coleando" (jugando) por un lado y otro, disfrutando cada día como si fuera el último. Cosas de la adolescencia, pienso yo. Al rato, me di cuenta de su sinceridad conmigo, respecto al momento que venía pasando.
-Gracias- dijo ella, como si todo eso solo era desahogo (y eso era).
-Gracias a ti- pero no lo decía porque entendía que lo que le pasaba era algo que no llegaba a dolor pero sí una traba en su vida, sino que me sentía feliz de que por esos 10 minutos no tuve que seguir haciendo esas caricaturas.
El profesor de la hora correspondiente llegaba por el pasillo, se acercaba por la ventana y la "campanita" del salón (el alumno o alumno que avisa a gritos que, alguien, profesor o director, venía. Era cuestión de minutos hacer la marathon y llegar a la carpeta propia de cada alumno. Para el profesor, nada había ocurrido, pero era distinto con Martha. Ella estaba feliz; parecía haber encontrado soluciones a sus problemas (no tan propios, en sí) y luego, solo se dedicaba a atender la clase; o eso creía yo.
Simplemente alcancé a decirle un -Hola, ¿para que me llamas?- y ella solo atinó a sonreir. Su actitud ya me estaba hartando y me disponía a dirigirme a mi asiento a seguir haciendo dibujitos y garabatos en una hoja, pero ella me detuvo.
De repente, sus ojos se llenaron de lágrimas y me contó con pocos detalles acerca de los problemas que tenía un amigo suyo, pero los contaba como propios. De veras, la preocupación que mostraba por estos "dichosos" problemas demostraba que era una amistad muy cercana y sincera.
No entendía en absoluto. Me decía que sufría porque su padre estaba enfermo y sufría de una enfermedad a los huesos, aparentemente fibrodisplasia osificante progresiva, y que por ello no podía trabajar; y dijo que:
-Su madre se ha h

-¿En serio?- le dije, recién comprendía su dolor. Me enteraba en pocos instantes que ella había perdido a su madre en el terremoto del 2007 y la familia de su amigo era como la suya propia.
-Sí, su madre si trabaja y no quiere brindarle ningún apoyo. Su padre y mi padre también, se siente realmente mal.
-No pensé la gravedad del caso. Para ser sincera no entendía, pero este es un verdadero dilema- y no le decía por decir, pues sus palabras me habían llegado al fondo de mi frontal (dicen que no se siente con el corazón sino con el frontal). Aunque he visto muchos amigos y compañeros míos que consideran sus problemas simplemente como un cuento y lo convierten en algo así como interesante e incluso lo vuelven a un cuento fantástico. Ellos y ellas, los de los "problemas graves en la familia o amigos", se van a un rincón o un sitio vacío del salón para contar sus problemas (a veces con indiferencia). Otros son felices y estan "coleando" (jugando) por un lado y otro, disfrutando cada día como si fuera el último. Cosas de la adolescencia, pienso yo. Al rato, me di cuenta de su sinceridad conmigo, respecto al momento que venía pasando.
-Gracias- dijo ella, como si todo eso solo era desahogo (y eso era).

-Gracias a ti- pero no lo decía porque entendía que lo que le pasaba era algo que no llegaba a dolor pero sí una traba en su vida, sino que me sentía feliz de que por esos 10 minutos no tuve que seguir haciendo esas caricaturas.
El profesor de la hora correspondiente llegaba por el pasillo, se acercaba por la ventana y la "campanita" del salón (el alumno o alumno que avisa a gritos que, alguien, profesor o director, venía. Era cuestión de minutos hacer la marathon y llegar a la carpeta propia de cada alumno. Para el profesor, nada había ocurrido, pero era distinto con Martha. Ella estaba feliz; parecía haber encontrado soluciones a sus problemas (no tan propios, en sí) y luego, solo se dedicaba a atender la clase; o eso creía yo.
Contarle a alguien tus problemas mas personles, no es una cosa facil y mas un cuando no conoses a esa persona. Creo que debe estar sufriendo mucho, y que bueno que le hayas podido brindar esos 10 minutoas de comprensión, que para ti fueron menos 10 min de caricaturas...para ella fueron 10 de amistad- :)
ResponderEliminarenserio paso eso?? casi lloro! ai por dios ia se qe si te pregunto qien es no me vas a decir asi qe seguire con mi comentario estuvo lindo lo cuentas con tanta seriedad por mas qe no te escuche leerlo me imagino tu vpz en la cabeza i es como si te escuchara i ase qe tus palabras me llegaron al frontal!^^
ResponderEliminarEsa chica debió sufrir mucho. Pobre de ella. Es una entrada seria e interesante, aunque me da pena la chica y su familia, que anunque no era de ella, debían ser como sus padres.
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